cuento y poesía trabajada en clase
La historia de la planta
La raíz: Del mundo no veo nada
Porque vivo enterrada
Pero no me quedo triste, no
Sujeto la planta y la mantengo
Chupando el agua y el alimento
El tallo: Soy el cuerpo de la planta
Y me extiendo por los espacios
Con mis brazos, brazos y más brazos
Que pena que no te doy un abrazo
Las hojas: De la planta soy su pulmón
Pero además de respirar,
Tengo una importante función:
Cojo la energía del sol y la transformo en combustible
No podemos parar
Somos increíbles
Las flores: Soy la mamá, soy la continuación
Me perfumo y me adorno
Para crear en mi ser
El futuro de la vegetación
El fruto: Soy lo que se transformó la flor
Que se hinchó y se maduró
Con la fuerza del calor
Y guardo en mi con amor
Las semillas, la vida
Cuida la naturaleza
Es el futuro de nuestras vidas
Una planta en el
estomago
Hermes era muy
inquieto, un día estaba chupando los frijoles crudos, su mamá le dijo:
“¡Hermes! Deja de chupar esos frijoles”, contestó Hermes: “¿Por qué? Ni que me
fuera a morir”, le dijo su mamá de nuevo: “Porque cuando yo era niña mi
abuelita me decía: Si te tragas los frijoles crudos, te crece una planta en el
estómago”.
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Hermes no le dio importancia a las
palabras de su madre y siguió jugando, pensando que esas cosas eran puras
fantasías, cuando sin querer se tragó un frijol. Era de noche y ya era hora
de dormir, Hermes se fue a dormir e iba pensando en las palabras que le dijo
su madre sobre lo de la planta en el estómago.
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Entonces sucedió algo sorprendente,
Hermes a media noche sintió un cosquilleo su oreja, se tocó y sintió que algo
le salía de su oreja. ¡Era la punta de una planta! Hermes se levantó y se
miró en el espejo ¡De ambas orejas también salían puntas de plantas, de la
nariz, de la boca igualmente! Pasado el tiempo se sintió que se volvía una
planta.
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Hermes, asustado saltó por la
ventana y se fue a esconder al bosque. Una hora más tarde, Hermes ya tenía
tantas ramas que unos pajaritos fueron a pararse y comenzaron a hacer su nido
sobre Hermes, el sólo sentía cosquillas, pero no pudo mover las ramas para
espantarlos.
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Entonces quiso gritar pero de su
boca no salió ni un sonido, intentó correr pero no pudo porque sus pies se
volvieron raíces que comenzaban a enterrarse. Hermes pensó que ya no iba a
ser un niño común y corriente sino un árbol, ya no podría jugar, ni tener
amigos mucho menos ir a la escuela: “¿Quién imagina un árbol dentro de un
salón de clases?”
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Hermes se puso a gemir pero
entonces… ¡Despertó! Corrió hacia el cuarto de su mamá y le contó su
pesadilla. “Ya, no pasa nada, sólo fue un sueño” le dijo su mamá.
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